Escrito por Pedro Antonio Serrano Salas:
Hoy, 12 de marzo, vengo a declararme huérfano completo. Ya hace años que perdí a mis padres.
Aún sueño con ellos (divina capacidad de soñar, que nos devuelve lo mejor de lo que, quizás, nunca fue).
Pero ahora ya soy huérfano de todos mis referentes, hoy también de los literarios, con los que aprendí, con los que disfruté, con los que aún siento la inmensa emoción de emocionarme.
Ha muerto Miguel Delibes, no como del rayo, por esperado, pero sí como del más alevoso e incierto oscuro porvenir… Sólo me queda la inconmensurable satisfacción (inmarcesible, diría él) de saber que su obra es inmortal. Pero lloro.
Hoy, esta mañana, a las siete, con el friolento de Valladolid, nebloso, húmedo – sin barrunto posible de primavera-, se nos fue el maestro, cansado de esperar este postrero viaje. Creo que su tierra chica le hizo el merecido y último agradecimiento. No se podía ir Delibes en la canícula… En fin.
En 1972 me di de topetazo con Miguel. Allá en mi barrio obrero de Villaverde, en Madrid, me regalaron en San Pedro “El Camino”. Siempre pensé que fue el azar… Pero se convirtió en una iluminación. Un adolescente de barrio como yo se quedó para siempre con El Mochuelo, quizás, porque aun de barrio, también fui obligado a marchar a prosperar, aunque nunca tuve una Uca ni un Moñigo a mi lado. (¡Qué inmensa emoción cuando en 1997, ya maestro de escuela curtido, pude tener como libro de lectura en clase de Secundaria “El Camino”!. Hay alumnos, hombres y mujeres ya, que no lo han olvidado).
Desde aquel 72 hasta hoy son treinta y ocho años de devoción hacia el autor, porque uno también es fiel a sus maestros, como él lo ha sido hacia todos y todo cuanto amaba.
Estudiando COU en La UNI Laboral de Córdoba le escribí una carta atrevida, repleta de preguntas, producto de la admiración adolescente. Mi querido profe de dibujo – Sr. Zueras-, amigo suyo, me dio sus señas, allá en el Paseo de Zorrilla de Valladolid. No sé aún, con el transcurrir de tantos años, expresar la felicidad que sentí al recibir la contestación de puño y letra de Don Miguel a vuelta de correo, en un sobre con membrete del Norte de Castilla. Por descontado, que es el mejor de los tesoros de mi más “inmarcesible” intimidad.
Castilla entera, el castellano entero, como idioma universal, deben llorar por la muerte de Miguel Delibes. Ya no habrá nadie que nos defienda con tan pacífica como cierta autenticidad. Ya no habrá nadie que cace “en mano galana” como él.
Creo, estoy convencido -sin ser cazador-, que hasta las más bellas perdices que él no pudo cobrar lloran hoy .
Daniel el Mochuelo, El Nini, Paco el Bajo, Cipriano Salcedo, Mario, Carmen Sotillo, La Desi, Don Eloy, Pacífico Pérez, Azarías, La Uca-Uca, Sisí se juntan conmigo, yo con ellos mejor, para llorar amargamente por el abandono en que quedamos –yo más que ellos.
Sólo cometió un error, a mi ver, Miguel Delibes, aunque en ese error radique mucha parte de su grandeza : fue humilde, austera y castellanamente humilde. PERO FUE UN EXTRAORDINARIO ESCRITOR.
Descanse usted en paz, amigo. Hombre bueno.
Hoy, 12 de marzo, vengo a declararme huérfano completo. Ya hace años que perdí a mis padres.
Aún sueño con ellos (divina capacidad de soñar, que nos devuelve lo mejor de lo que, quizás, nunca fue).
Pero ahora ya soy huérfano de todos mis referentes, hoy también de los literarios, con los que aprendí, con los que disfruté, con los que aún siento la inmensa emoción de emocionarme.
Ha muerto Miguel Delibes, no como del rayo, por esperado, pero sí como del más alevoso e incierto oscuro porvenir… Sólo me queda la inconmensurable satisfacción (inmarcesible, diría él) de saber que su obra es inmortal. Pero lloro.
Hoy, esta mañana, a las siete, con el friolento de Valladolid, nebloso, húmedo – sin barrunto posible de primavera-, se nos fue el maestro, cansado de esperar este postrero viaje. Creo que su tierra chica le hizo el merecido y último agradecimiento. No se podía ir Delibes en la canícula… En fin.
En 1972 me di de topetazo con Miguel. Allá en mi barrio obrero de Villaverde, en Madrid, me regalaron en San Pedro “El Camino”. Siempre pensé que fue el azar… Pero se convirtió en una iluminación. Un adolescente de barrio como yo se quedó para siempre con El Mochuelo, quizás, porque aun de barrio, también fui obligado a marchar a prosperar, aunque nunca tuve una Uca ni un Moñigo a mi lado. (¡Qué inmensa emoción cuando en 1997, ya maestro de escuela curtido, pude tener como libro de lectura en clase de Secundaria “El Camino”!. Hay alumnos, hombres y mujeres ya, que no lo han olvidado).
Desde aquel 72 hasta hoy son treinta y ocho años de devoción hacia el autor, porque uno también es fiel a sus maestros, como él lo ha sido hacia todos y todo cuanto amaba.
Estudiando COU en La UNI Laboral de Córdoba le escribí una carta atrevida, repleta de preguntas, producto de la admiración adolescente. Mi querido profe de dibujo – Sr. Zueras-, amigo suyo, me dio sus señas, allá en el Paseo de Zorrilla de Valladolid. No sé aún, con el transcurrir de tantos años, expresar la felicidad que sentí al recibir la contestación de puño y letra de Don Miguel a vuelta de correo, en un sobre con membrete del Norte de Castilla. Por descontado, que es el mejor de los tesoros de mi más “inmarcesible” intimidad.
Castilla entera, el castellano entero, como idioma universal, deben llorar por la muerte de Miguel Delibes. Ya no habrá nadie que nos defienda con tan pacífica como cierta autenticidad. Ya no habrá nadie que cace “en mano galana” como él.
Creo, estoy convencido -sin ser cazador-, que hasta las más bellas perdices que él no pudo cobrar lloran hoy .
Daniel el Mochuelo, El Nini, Paco el Bajo, Cipriano Salcedo, Mario, Carmen Sotillo, La Desi, Don Eloy, Pacífico Pérez, Azarías, La Uca-Uca, Sisí se juntan conmigo, yo con ellos mejor, para llorar amargamente por el abandono en que quedamos –yo más que ellos.
Sólo cometió un error, a mi ver, Miguel Delibes, aunque en ese error radique mucha parte de su grandeza : fue humilde, austera y castellanamente humilde. PERO FUE UN EXTRAORDINARIO ESCRITOR.
Descanse usted en paz, amigo. Hombre bueno.